Dar pedales desesperadamente

Newsletter #11

Hay días —o rachas enteras— en los que la vida se parece a montar en una bicicleta cuesta arriba, con el viento en contra, sin mapa y con las piernas agotadas. Damos pedales desesperadamente, como si en el fondo creyéramos que si dejamos de movernos, algo se romperá. Quizás nosotros mismos.

Nos levantamos, cumplimos, empujamos, solucionamos, respondemos mensajes, trabajamos más, añadimos tareas a una lista que nunca se vacía. Y, sin embargo, hay un vacío sutil —a veces sordo, a veces ruidoso— que nos acompaña. Una sospecha: no sabemos realmente hacia dónde vamos. Sólo sabemos que no podemos parar.

¿Y si parar fuera precisamente lo que necesitamos?

Parar no como rendición, sino como gesto radical de cuidado. Parar para escuchar. Para mirarnos. Para preguntarnos: ¿esto que hacemos, esta dirección, este esfuerzo… sigue teniendo sentido? ¿O estamos atrapados en una inercia que nos aleja de nosotros mismos?

Hay una trampa en el movimiento constante: parece acción, pero a veces es huida. Parece decisión, pero a veces es miedo disfrazado de productividad.

En el trabajo terapéutico, a menudo surge esta imagen: personas agotadas, buenas personas, esforzadas, comprometidas… que han olvidado el para qué de tanto esfuerzo. Que llevan tanto tiempo pedaleando que ya no recuerdan quién les dijo que había que llegar al final de esa cuesta.

Es muy frecuente que, en la consulta, alguien diga algo más o menos así —a menudo, con estas palabras exactas:

“No paro de hacerlo yo todo. Tomo todas las decisiones, me ocupo de los niños, de la casa, de los médicos, de que haya comida buena y sana. Me encargo de las gestiones, de los cumpleaños, de que todo esté en su sitio. Y también, claro, de mi trabajo, donde también me cae todo a mí. Soy quien lo resuelve todo. No paro de dar pedales. Y no puedo más. Siento una tremenda soledad y un agotamiento…”

No es una queja superficial. Es un grito callado que lleva años intentando abrirse paso. La angustia de sentirse imprescindible para todos y, al mismo tiempo, invisible para uno mismo. Pedalear sin descanso para que todo siga funcionando… sin darse cuenta de que, en el proceso, se ha ido olvidando de sí.

En consulta, además de acoger ese cansancio, lo que hacemos es ayudar a la persona a detenerse, a mirar hacia dónde quiere pedalear de verdad y a observar con honestidad si lo que está haciendo le está acercando o alejando de lo que importa. Es un trabajo que tiene que ver con los valores personales y con lo que en psicología llamamos análisis funcional: entender qué función tiene esa acción constante, si realmente sirve al bienestar o si responde a automatismos o miedos no revisados.

Hoy, esta newsletter no propone soluciones rápidas. Solo una pausa. Una invitación a preguntarte:


¿A dónde estás yendo? ¿Quién eligió esta ruta? ¿Qué pasaría si te permitieras frenar un momento?

Tal vez, solo tal vez, el mapa lo llevas dentro, pero no se puede leer mientras corres.

 
Gracias por confiar, por estar, y por formar parte de este camino.

Un abrazo,  
Equipo Actúa

Contáctanos por teléfono o whatsapp